domingo, 18 de diciembre de 2011

El portafotos de nuestra vida

Lo que supuso la Universidad Laboral de Córdoba, para cada uno de nosotros, es algo que solo de manera individual se puede o se debe valorar. Yo sé lo que para mí y para mi familia fue el disfrutar de aquella beca durante siete años. De los seis hermanos que estaban en casa, solo yo pude estudiar dada la situación tan precaria que sufríamos en casa. Mis dos hermanos mayores tuvieron que dejar los estudios a los 11 años y trabajar en las labores del campo. A mí la beca me libró de aquellas tareas.

Por eso, cuando nos piden que escribamos una carta a nuestros padres con el deseo de publicar, la mejor para los curas encargados de decidir, en la revista Vínculo, mi tema es la visión que tuve de personas cogiendo algodón, en la finca Rabanales, que me recordaba a mis padres y hermanos en las fincas del Valle del Tiétar. Ellos sufrían los sinsabores de las tareas del campo, mientras yo disfrutaba de los favores de una beca, buscando un futuro mejor.


Fueron siete años que, viéndolos en la distancia, podría catalogarlos como los mejores de mi adolescencia y juventud. Hoy se le pueden poner muchos “peros” al modelo de educación que impartían los PP Dominicos. Yo creo que habría que enmarcarla en la situación política que se vivía en España. El Estado transmitía, a través de las cadenas de mando, las directrices del Gobierno. Y a nosotros nos pedían estudiar y obedecer. A pesar de todos los “peros” que se le quiera poner yo me quedo con muchas cosas buenas que recibí en aquellos años.


Compañeros inolvidables y curas como compañeros

Y entre esas cosas buenas que recibí de aquellos años fueron el conocer a una gran cantidad de compañeros que formarían parte de la historia de mi vida, allá donde estuviera, aunque no volviera a saber nada de ninguno. Y lo bueno de todo esto es que he tenido la suerte, después de más de 45 años, de poder hablar con muchos de ellos. Han sido conversaciones muy emotivas que nos llevaron a aquellos años de una manera natural, recordando detalles y anécdotas que nos han hecho un poquino más felices.


He tenido la oportunidad de hablar o saludarnos a través de facebook con: Marcial Acuña López, Ignacio Gutiérrez Ramos, Juan Miguel Pedrosa, Juan Liébana Jiménez, Francisco Lorenzo Alfageme, Fermín Pancorbo Maza, Antonio Fernández Sevilla, Felipe Muñoz Hernández, Juan José Lillo Gil, Álvaro Atienza González, Miguel Ángel Hernández “Otto”, Koldo Errapel Lambarri Guezuraga, Luís Lasala Pina, Francisco Limonche Valverde, Mariano Calvo Ramos, José Manuel Hualde y Juan Domínguez Muñoz. Sin contar todos los compañeros que colaboran en la página de Juan Antonio Olmo. También he podido saludar al Padre Zabalza y al Padre Cirilo, junto con el que fuera rector de la Uni el Padre Cándido Aniz Iriarte.


Los compañeros y amigos hermanos Jarillo


Me hubiera gustado poder comunicarme con más, pero el forzar unos contactos no me gusta. Cada uno tenemos nuestras vidas y cuando las cosas suceden de una manera natural se valoran más. Y esto es lo que me ha sucedido con los hermanos Jarillo, Ángel y Eugenio o Eugenio y Ángel. La página de Juan Antonio Olmo fue el medio para saber de nuestra existencia y, a partir de ese momento, fortalecer nuestra amistad con nuestros correos y con nuestro encuentro el pasado verano en mi pueblo, Tejeda de Tiétar. Todo de una manera increíble.


En nuestro encuentro en mi pueblo me regalaron un marco porta fotos, con capacidad para cuatro fotografías y en uno de los porta fotos habían colocado una foto de su padre recordándome al que yo conocí. En los demás espacios me pidieron que yo colocara las fotos que considerara. Y aquí quiero dejar constancia de cómo ha quedado ese porta fotos: nuestros padres arriba y abajo nosotros en la Laboral y junto a la puerta de La Cantina, donde se produjo el encuentro con su padre en mi pueblo. En el centro he colocado el escudo de la UNI.

Mirando el porta fotos pienso que refleja nuestra vida: Unos padres que se dejaron la vida para sacar adelante a una familia; unos niños en la Universidad Laboral de Córdoba que iniciaban una carrera para su formación y unos hombres felices de reencontrarse 45 años después. Los hermanos Jarillo son realmente formidables y parece que su lema es hacer felices a los demás sin esperar nada a cambio. Para mí es un autentico lujo el poder contar con su amistad hoy. Por esto y muchas cosas más me siento feliz de haber podido estudiar en la UNIVERSIDAD LABORAL DE CÓRDOBA.

Esteban Paniagua Sánchez

jueves, 1 de septiembre de 2011

El inolvidable encuentro con los hermanos Jarillo en Tejeda de Tiétar

Cuando mi mujer y yo decidimos ir de vacaciones unos días a mi pueblo, Tejeda de Tiétar, de Cáceres, yo ya sabía que debía de entrevistarme, por motivos profesionales, con una persona en el pueblo de Valmojado, a pocos kilómetros de Leganés, lugar donde residen los hermanos Jarillo. Y, con el fin de darles una sorpresa no les comuniqué nada, especialmente a Eugenio ya que tenía su número de móvil. Al final la sorpresa me la llevé yo ya que después de realizar el cometido del viaje, le llamé por teléfono para indicarle que estaba cerca de ellos y vernos y contestarme él, con pena y contrariedad que se encontraba en Santander y su hermano Ángel camino de Toledo. Mi gozo en un pozo y, con pena nos marchamos para mi pueblo.

Pero las cosas no se iban a quedar así. Eugenio y Ángel estaban decididos a que nos encontráramos y, pasados unos días recibí su llamada en la que me decían que irían a mi pueblo para poder abrazarnos. ¡De verdad que no me lo podía creer! Acordamos el día con ellos y, hasta mi hermano y mi cuñada que viven en el pueblo, entendieron mí ilusión por la cita rechazando el que les invitara a comer en el buen restaurante del pueblo, preparando él la comida en la pequeña finca que tiene, mientras yo estuviera con ellos toda la mañana.

Sobre la hora indicada recibí una llamada de Eugenio en la que me decía que ya estaban en unos de los bares del pueblo que se encuentra a la entrada por la carretera. Nervios y prisas en terminar los últimos preparativos para ir en su busca y, en pocos minutos llegar al lugar donde nos esperaban. No hizo falta ninguna presentación. La página de Juan Antonio Olmo ya nos había indicado cómo éramos cada uno. Y los abrazos salieron del corazón. Casi cincuenta años después de nuestro paso por la UNIVERSIDAD LABORAL DE CÓRDOBA nos volvíamos a reunir, esta vez en mi pueblo. Pueblo en el que un día tuve la suerte de conocer al padre de ambos. ¡Es increíble! ¡Parecía todo un sueño!


Esta es nuestra primera foto con Ángel a mi derecha y Eugenio a mi izquierda. ¡Se hicieron un motón de kilómetros para poder estar conmigo unas horas! Así lo manifesté a todos mis amigos del pueblo y los paisanos. Algunos tuvieron la oportunidad de saludarlos.


Caminamos por el pueblo, sin dejar de hablar de nuestros años en la UNI visitando, en primer lugar alguno más de los bares y las calles del pueblo. Estas son algunas de las fotos que mi mujer nos hizo.

Esta es en el bar Chinato donde dejaron patente que eran hermanos y mellizos.


Esta es en la plaza del pueblo, con el ayuntamiento al fondo, después de saludar a la alcaldesa y presentárselos con orgullo. Ahí mi mujer no estuvo presta para tirar la foto

Aquí los dos hermanos en la plaza del pueblo teniendo como testigo de la hora de nuestro encuentro al reloj del ayuntamiento. Para mí se estaba cumpliendo un sueño, volviendo a recordar nuestras vidas en la Laboral. Si os digo que los queridos hermanos Jarillo, Eugenio y Ángel o Ángel y Eugenio, son los primeros compañeros que puedo abrazar después de abandonar la Laboral, entenderéis mi agradad cimiento por el esfuerzo y la alegría vivida.

La foto que sigue tiene un especial significado para mí ya que es la foto de la casa de mis padres, que ya no están con nosotros, Ángel y Eugenio quisieron entrar en ella recordando otra época muy similar a la mía.





Los restos de la fiesta del barrio, organizada por nosotros el día anterior, nos reciben a la puerta de mi casa. Ahí nacieron mis cinco hermanos y ahí nací yo.

Ellos desearon compartir por unos minutos nuestra sala. ¡Qué grandes y humildes sois!


La iglesia está a unos pasos de nuestra casa. Ahí me bautizaron y también ahí hice la priemra comunión.

Esta foto es la de más calado emocional para mí. En la antigua Cantina del pueblo, un bar donde paraba el autobús, un día de hace muchos años conocí a una persona que, tras entablar conversación, me indicó que él tenía dos hijos que habían estudiado en la Universidad Laboral de Córdoba y se apellidaban Jarillo. Al momento le salté yo diciéndole: ¡ellos eran compañeros míos!

Hablamos de sus hijos, de nuestros estudios y, para reafirmar mi conocimiento le hablé de los malditos granos que padecieron en la cara. Él, eso nunca lo he olvidado, me dijo con convicción: ¡Mis hijos salieron de casa con la cara muy limpia!


Aquella frase me indicaba como él tambien había sufrido con aquella enfermedad de sus hijos. Y nosotros nos hicimos la foto a las puertas de la nueva casa en la que se ha convertido la antigua Cantina, dejando para la historia nuestro encuentro. Y también para el cielo o donde quiera que esté aquél padre que con orgullo hablaba de sus hijos.

Y esta es la foto en la finca de mi hermano José Antonio, creo que después de comer bajo el chamizo, con la naturaleza en su apogeo. Sobre las cinco y pico de la tarde nos despedimos. Ellos a su Leganés y yo esa tarde a Plasencia a visitar a una tía enferma.


Para mí se había cumplido un sueño gracias a estos dos hermanos maravillosos que, en un acto que no olvidaré nunca, tuvieron el gesto de caminar un motón de kilómetros para compartir conmigo unas horas. Esto me dice que la Universidad Laboral nos dio algo más que una profesión o títulos.

miércoles, 27 de julio de 2011

¡Te ha “tocado” una beca!

Así, como si las becas se repartieran por sorteo, me comunicaba mi padre el que hubiera sido elegido para estudiar en una Universidad Laboral. Era una beca y, aunque no teníamos ni idea en lo que consistía, la felicidad y alegría eran muy grande en toda la familia. Familia de padres y hermanos, tíos y tías, primas y primos, vecinas y vecinos, amigos y maestro. En resumen de todo el pueblo, ya que todo el pueblo era una gran familia.

Javier Narbaiza en su libro titulado “El día en que volvimos a la Universidad Laboral”, explica lo que aquella beca llevaba implícita. Dice así: “Es preciso advertir sobre el alcance y significado del contenido que entonces tenía el término “beca”. En su coste se integraban los siguientes factores: 1) Enseñanza. 2) Alimentación. 3) Viajes desde la residencia habitual a la Universidad y viceversa. 4) Material escolar. 5) Matrícula. 6) Material de aseo. 7) Libros de texto. 8) Calefacción y alumbrado. 9) Utilización de laboratorios, talleres, material para prácticas, instalaciones y equipos deportivos. 10) Lavada y entretenimiento de ropas. 11) Correspondencia de alumnos con sus familias. 12) Servicio médico-farmacéutico. 13) Certificaciones y títulos académicos. 14) Vestuario.

Desarrollando, a título ejemplificativo, este último concepto, se facilitaban a los alumnos internos, hasta los años setenta, en que se suprimiría dicho capítulo, las siguientes prendas: dos pijamas; un traje de diario (compuesto de chaqueta o cazadora, jersey y dos pantalones); unas botas; unos zapatos de vestir; dos monos de trabajo; un albornoz (se asignaba a esta prenda una duración de tres años) y un equipo de gimnasia ( compuesto de camiseta, pantalón de deportes, chándal y zapatillas deportivas”.


Todo esto era lo que, a partir del día 6 de octubre de 1964, iba a disfrutar con la beca que me habían dado. Pero creo que la mayoría no fuimos conscientes de todo lo que aquella beca ponía en nuestras manos. Es por eso que hoy, casi 50 años después de mí ingreso en la Universidad Laboral de Córdoba, quiero recordar lo que algunos de aquellos factores que componían “mi beca”, influyeron en mi vida.

Material Escolar y Enseñanza: Fue descubrir un mundo, hasta esa fecha desconocido. De estar estudiando con las enciclopedias Álvarez, de Primero, Segundo o Tercer Grado, a tener un libro por cada asignatura. ¡Con cuánta alegría y expectación los recibimos! ¡Cómo pasábamos sus páginas al recibirlos en nuestras manos, parándonos ante algún dibujo o fotografía! Y después, el ritual de poner nuestro nombre y apellidos en varias hojas salteadas, para identificarlos como nuestros por si alguno se “perdía”. Todo lo que recibí era como un tesoro para mí, disfrutando con el material de dibujo y las plumillas para rotulación. ¡Qué pena no guardar todos aquellos recuerdos!

Pero aquellos libros y materiales llevaban unidos lo más grande que, para mí, tuve en la Laboral: Los compañeros de colegio que muchos se convirtieron en amigos, los padres dominicos y los profesores. Todos ellos fueron claves en la Enseñanza que íbamos a recibir. A los curas Dominicos los conocimos, incluso antes de llegar, ya que en la estación del tren nos esperaba un “cura con una capa negra” al que debíamos dirigirnos. De su mano, en el autobús rojo que llevaba el rótulo “Universidad Laboral”, llegamos al centro para tomar posesión de nuestra “beca”.

El papel que los dominicos tuvieron en nuestra enseñanza, creo que fue fundamental. ¿Por qué les recordamos con tanto afecto y cariño a pesar de sufrir, en algún momento, sus brotes de violencia con los que acompañaban a nuestra educación? Creo que, en el fondo, guardamos hacía ellos unos sentimientos de gratitud. Aquella convivencia forzada por la beca se convirtió, con el tiempo, en una relación de amistad y respeto. Hoy, la gran mayoría de nosotros, tendría tema para escribir un libro, contando su relación con los dominicos y lo que influyeron en su vida. Aquí no tenemos tanto espacio y, en recuerdo y homenaje a todos ellos, me atrevo a poner como ejemplo a “nuestro” padre: José Luís Zabalza.

Y quienes también participaron de manera muy activa en nuestra enseñanza fueron los profesores que la beca puso a nuestra total disposición. Recuerdo como, detrás de cada libro que recibíamos, cada año, había un profesor que, con curiosidad y un poco de expectación, lo esperábamos ver aparecer por el aula y, sin más, ponerle el apodo correspondiente. Tampoco es mi deseo nombrar a todos, la verdad es que no me acuerdo de muchos nombres, pero si quiero recordar su profesionalidad, su dedicación y, por encima de todo, el interés que mostraban para que no suspendiéramos su asignatura. ¿A quién recuerdo en este artículo? ¿A los profesores de Tecnología, Matemáticas, Religión, Dibujo, Física y Química, Lengua…? ¿A los profesores de los talleres? Todos me traen recuerdos inolvidables y todos forman parte de mi vida, deseando personalizar esos recuerdos en un profesor de química: José Luís García Pantaleón.


Y asumiendo el riesgo de no poder desarrollar más que otro factor de aquella, mí beca, no puedo dejar pasar la oportunidad de dirigirme a los que, estando junto a mí, formaron parte de aquella enseñanza: los compañeros de los colegios y aulas por las que pase. Si el importe económico de la beca era algo prohibido para mi familia, el conocer a tantos compañeros, muchos de los cuales se convirtieron en amigos, no se puede cuantificar, ni en pesetas ni en euros. ¿Cómo se puede pagar el conocer a un compañero, saludarnos y, con el paso de los días salir a pasear por los jardines, hablar de mil cosas, ir a Córdoba el domingo o contarnos los pequeños secretos que la familia nos ponían en nuestras cartas? ¿Entenderán ahora los compañeros que tengo la suerte de poder saludar que me emocione como un niño? ¿Entenderán que fueron parte de mis aprobados y que, desde entonces, forman parte de mi vida? ¡Qué pena el haberles perdido la pista durante tantos años!

Viajes desde la residencia habitual a la Universidad y viceversa. Más que decir viajes me quedo con el primer viaje a la Laboral. Con aquella maleta de cartón, “maternalmente” colocada y con aquellos bocadillos “para el camino” hechos con algo más que amor. La despedida, la noche anterior, de los tíos y tías, primos, vecinos y amigos y, la despedida más fuerte, el adiós de mi Madre en la estación del tren. Desde la ventanilla, mientras el tren avanzaba, vi como sus ojos se llenaban de lágrimas. Unas lágrimas que evidenciaban nuestra separación, pero que eran una consecuencia que nos imponía mi beca. ¡Jamás olvidaré aquellos momentos!

Vestuario. De entre toda la relación de prendas que Javier Narbaiza indica en su libro, no he descubierto a la rebeca con el cuero por la parte delantera que tanto nos identificaba. Yo, como muchos de mis compañeros, me hice una foto el domingo que la estrené en la Laboral, en el patio central, para mandársela a mis padres. Allí estaba yo, “más chulo que un ocho” disfrutando de la ropa de mi beca y con alegría se la enviaba a casa. Sé que mis padres se sentían orgullosos de mí. De mantener la beca durante siete años y de los títulos que me entregaron. Hoy, cuando ya no están con nosotros, yo me quedo con la foto en la que, un domingo mí padre, llevando puesta la rebeca con el cuero que yo estrené un día en la Laboral, pasea por las calles del pueblo, junto a mi hermano mayor. Compartimos mí beca. Fue “nuestra” beca. La beca de la familia.

El resto de factores que componían aquella inolvidable beca que me tocó, quedan para otro artículo y compartirlo con todos los compañeros y amigos que la beca puso en mi camino.

lunes, 11 de julio de 2011

El Padre Cirilo me llega de la mano de Ángel Jarillo García

Como casi siempre nos pasa, o me pasa a mí, vamos dejando para el siguiente día aquello que, sin ser urgente, consideramos importante hacerlo. Y el dar la bienvenida, no solo a la página www.laboraldecordoba.es, sino también a nuestras vidas, al compañero Ángel Jarillo García, hermano gemelo de Eugenio Jarillo García, es algo que deseaba hacerlo por ser, para mí, un hecho importante al poder relacionarme con un compañero más de aquellos años vividos en nuestra LABORAL de CÓRDOBA. Importante como lo han sido todos los momentos en los que he podido contactar con un buen número de compañeros que, de forma natural, han puesto vida a nuestros recuerdos comunes.

La llegada de Ángel Jarillo García, anunciada por su hermano Eugenio, con el que ya he mantenido y espero seguir manteniendo conversaciones sobre nuestro pasado laboral, es motivo de alegría para todos aquellos compañeros de “quinta”. ¡Qué bonito es tener un laboral más con el que compartir nuestros recuerdos! En este caso, como es natural, los recuerdos, sin ser los mismos, serán muy parecidos a los disfrutados con su hermano. Pero siempre tendrán su elemento diferenciador que nos permita vivir, aquellos años, aportando datos, nombres, anécdotas, etc.


Siempre recuerdo como, el primer año en el colegio San Rafael, nos llevaron a los sótanos y allí nos distribuyeron por las habitaciones. Recordaba con el compañero Ignacio Gutiérrez Ramos, de Holguera (Cáceres), como por la noche se oían los llantos de muchos de aquellos niños, (eso es lo que éramos, unos niños), que añoraban a sus padres y deseaban marcharse a sus casas. Él me lo confirmaba señalando la dureza de la separación de nuestras familias. Algunos se marcharon y, la mayoría aguantamos más por obediencia a nuestros progenitores que por estar conformes con aquella situación.


El Padre Cirilo: el fraile con una eterna sonrisa

Y vienen a cuento estos recuerdos iníciales del colegio San Rafael, ya que allí conocí al Padre Cirilo. Un cura dominico pequeño de estatura que siempre hacía gala de una eterna sonrisa. Su trato con nosotros, (espero que mis palabras sean compartidas por la mayoría de los compañeros que le trataron), siempre lo recuerdo con una exquisita bondad y no recuerdo verle enfadado nunca. Un día, creo que por casualidad, a la salida del colegio San Rafael para el patio central, alguien tenía una cámara de fotos y, sin preparar nada, los compañeros que estábamos allí, le pedimos hacernos una fotografía con él. Recuerdo que está uno de los hermanos Pajares, (también tenía otro gemelo), al que tengo yo la mano en el hombro y el último de la derecha que es Agustín Moreno Moya, excelente amigo del que no he vuelto a saber nada y un gran atleta de 3000 y 5000 metros lisos. Al compañero que falta por identificar no recuerdo, y lo siento de verdad, su nombre.


Aquella foto la quiero unir hoy con la que Ángel Jarillo García nos ha traído de Cuba con el Padre Cirilo y él. Me hubiera gustado que el Padre Cirilo estuviera de frente, más que nada para profundizar nuestros recuerdos, pero eso no ha sido motivo para, sin ser un sentimentalista, emocionarme al verla. Y envidiar a mi compañero Ángel. A mí también me gustaría poder saludarle, darle un abrazo muy fuerte y, estoy seguro que con alguna lágrima, decirle: ¡Gracias por ser un cura tan grande en bondad, generosidad y paciencia con nosotros!

En definitiva, Ángel Jarillo García, también a ti quería darte, junto con la bienvenida a nuestras vidas, las gracias por traernos al padre Cirilo. Espero y deseo seguir compartiendo nuestros recuerdos. No sé si es porque seguimos cumpliendo años o porque esos años nos hacen ver la vida de diferente manera, pero el estar en contacto con vosotros, (incluyo a todos los compañeros), me hace más feliz y con ilusión leo todo lo que aparece en la página.

Un abrazo laboral

sábado, 30 de abril de 2011

Los recuerdos de la UNI


Poetas entre martillos y soldaduras

Debo reconocer que admiro a los compañeros de la Laboral, como Antonio Bustos Baena, Antonio Bravo Céliz, José María Camacho Rojo o el libro de Javier Narbaiza, lamentando el no disponer de más tiempo para profundizar en los blogs de todos los compañeros que colaboran en la página. Pero a la calidad con la que fabrican sus escritos unen algo que para mí es casi un imposible: una memoria fotográfica de aquellos años, tanto de las situaciones vividas como de los compañeros protagonistas.


Con sinceridad les envidio sanamente, ya que el desear revivir aquellos años, con la mayor claridad mental, es un objetivo al que ya he renunciado. La memoria es caprichosa y, unos hechos han desaparecido por completo de mi vida y otros aparecen como si los hubiera vivido ayer. Pero lo bueno de hablar con los compañeros o leer sus recuerdos es que actúan como una llave en el subconsciente y, sin el más mínimo esfuerzo, aparecen otros recuerdos paralelos o nuevos que te llevan a recordar a otros compañeros. Al final, todos se interrelacionan formando un todo que, a la postre, no es otra cosa que nuestra forma de vida de aquellos años.


¿Poesías o rimas de adolescentes?

No tengo la repuesta para conocer las razones por las que unos jóvenes, que empezando a descubrí el amor y las emociones que provoca, comienzan a escribir rimas en las que sueltan todos sus deseos y sueños. Yo, que también escribí alguna aquellos años, copié y guardo como un pequeño tesoro y homenaje a su autor, unas poesías del compañero Andrés Flores Martín que me gustaron. Dicen así:


¡Oh cielo!
¡Oh rosa!
¡Oh querida!
¡Oh preciosa!
**********
Cada vez que me diriges
Tu mirada sonriente
Y siempre que tú me besas
Con esos labios ardientes.
Se me abre el corazón
Para que en él tú penetres
Para cerrarlo después
Y guardarte hasta la muerte.

A mí me dio por hacer rimas a los compañeros pero, desgraciadamente, nos las guardé en su totalidad. Recuerdo los primeros versos de la que hice para el aula, uno a uno, a todos los compañeros. Decían así:

El primer lugar lo ocupa
El simpático ALGUACIL.
El fútbol le da locura
Y la portería es su fin.
Le sigue ALONSO GOZALO
Sin dudar un buen chiquillo.
De Palencia es el zagal
Y se dice el “amiguillo”.
ALVAREZ va detrás
Con sus pobladas patillas.
¿…?
¡Bah! Gallego de pacotilla.


Rimas que perpetuan nuestros recuerdos

Los cambios de casa y la “limpia” de papeles que en algún momento de nuestras vidas hicimos, fueron los causantes de la perdida de todas las rimas a los compañeros. Hoy lo lamento. Pero hay una que hice cuando a los chapistas nos dividieron y crearon el grupo de calderería, en el que me incluyeron a mí. Decía así:


Somos doce caldereros
Lo mismo que los apóstoles
Que trabajamos la chapa
Lo mismo que el hierro y bronce.
A los chapistas retamos
A un torneo entablar.
Trabajando donde quieran
Y sobre cualquier material.

Pero la que más recuerdo de aquellos años fue una que hice para una chica “granaina” que conocí un 8 de diciembre en la Laboral. Es un poco extensa por lo que quiero recodar dos estrofas. Dicen así:


Hoy he salido a la playa
Buscando un poco de paz.
Hoy las olas me decían:
¡Tu amor se llama Pilar!
Hoy tu voz suena tan dulce
Que a mi lado hablando estás.
Hoy te he dicho entre mis brazos:
¡Te quiero! ¡Te quiero más!

Recordando el poema del libro “En el nombre del cerdo” de Pablo Tusset, y lo rebuscado y complicado de su composición estas, nuestras personalísimas estrofas, no eran más que explosiones de los sentimientos de juventud, escritos sin la más mínima métrica, pero con una fuerza y una pasión que eran más importante que todo lo demás. Para mí, el recodar todos estos versos escritos en aquellos años de estancia en la Laboral de Córdoba, es revivir unos sentimientos que anidaban en nuestros corazones y que pugnaban por salir entre los martillos y las soldaduras. Como siempre digo, todo esto forma parte de nuestros recuerdos y, por tanto, parte de nuestras vidas que vivimos, nunca mejor dicho, en la Universidad Laboral de Córdoba.

domingo, 24 de abril de 2011

Los recuerdos de la UNI toman vida

Los hermanos Ángel y Eugenio Jarillo y yo

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De: esteban paniagua sanchez
Para: eugeniojarillo@yahoo.es
Enviado: lun, 18 abril, 2011 21:27
Asunto: Compañero de la UNI
Hola Eugenio: Viendo todas las fotos que has enviado a la página de Juan Antonio Olmo y, por supuesto, leyendo tus impresiones, creo recordar a los que sois gemelos, por lo menos en el colegio San Rafael, con el padre Zabalza como director.
Confirmame si os suena mi apellido. Yo estuve, como puedes ver en mi ficha de la página, entre los años 1965 y 1971.
Espero tus noticias.
Abrazos laborales.
Esteban Paniagua Sánchez


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Date: Tue, 19 Apr 2011 13:14:17 +0100
From: eugeniojarillo@yahoo.es
Subject: Re: Compañero de la UNI
To: panih20@hotmail.com
Amigo Paniagua, hablando con mi hermano Angel, me dice que el recuerda un compañero con tu mismo apellido que coincidió con el, en algún aula y no recuerda cual, el termino la oficialia en la rama de Fresa en curso 67/68.Yo estudie la oficialia en la rama de Soldador Chapista que termine el mismo curso que el. Recuerdo a mi profesor de soldadura el Sr. Chico, que era un artista con los electrodos ya que hizo un CRISTO Maravilloso (me parece que lo colocaron en el Luís de Góngora), también recuerdo a mi profesor de chapa al que cariñosamente llamábamos el “chulo”, al de dibujo Sr. Zueras (otro artista) y tanta gente que sin duda tu también recordaras.
Por tu año de nacimiento y tu año de ingreso, creo que tu estabas un curso detrás de nosotros, cuando tu comenzabas la Iniciación Profesional , nosotros iniciábamos el 1º de Oficilia y seguro que el curso 65/66 coincidimos en el San Rafael con el Padre Zabalza de director , cuantas veces habremos coincido en la escalera? Te acuerdas de la música que nos ponían? Maria, Maria de West Side Store; Il Mondo de Fontana; la de Charles Aznavour y tantas otras canciones.
Estoy seguro, Paniagua, que tu y yo hemos coincidido muchas veces en la sala de televisión, en el cine o en los pasillos.
Quiero que sepas que te he leído bastante en la página de Olmo y tú forma de expresarte, representa para mi forma ver la vida, la del laboral excelente. Un fuerte abrazo compañero, mas adelante te daré datos más concretos y te pediré que desarrolles algún tema en tu blog.
Eugenio Jarillo García.


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De: esteban paniagua sanchez
Para: Jarillo Hermanos UNI
Enviado: mar, 19 abril, 2011 22:08
Asunto: RE: Compañero de la UNI

Estimados hermanos Jarillo: La verdad es que mi mente está hecha un lio. Creo que estuvimos más cerca de lo que nuestros recuerdos "recuerdan". Yo hice 2º de Iniciación Profesional en el curso 65/66 en el colegio San Rafael. Después mi memoria no quiere funcionar y no sé en qué colegios hice la oficialía, aunque creo que pasé por Juan de Mena y, por supuesto, por el Gran Capitán.
La oficialía la hice en la rama de Soldador Chapista, como tú, recordando con afecto a todos los profesores, desde el sr. Lázaro de Forja; sr. Pedro Chico Esteban de soldadura eléctrica; sr. Francisco Nozal González de soldadura autógena; sr. Manuel Ramírez Solar de Chapa; sr. Mario Vallejo de Chapa; Luis Merino de Chapa y también el sr. Blanco de Chapa.
Recuerdo el Cristo que comentas del profesor Pedro Chico, realizado con la soldadura eléctrica. ¡Era increíble como con cada punto de soladura dio forma a su cara y cabello! Nosotros hicimos, con la ayuda de todos los profesores, el Atomiun de Bruselas en una escala reducida para la exposición que se colocaba en el Paraninfo.
Ahora quiero comentarte algo que, tras leer tus comentarios iníciales y viendo vuestros apellidos me ha venido a mi memoria. Puedo estar equivocado, pero solo el pensar que no lo estoy, hace que me sienta muy emocionado.
"Yo soy de un pueblo del norte de Cáceres, pequeñino, que se llama Tejeda de Tiétar. Un día que no puedo descifrar cuál fue, ni tampoco el año al que corresponde, estando yo en la cantina del pueblo que se encontraba junto a la carretera que venía de Plasencia y por la que se va a La Vera, donde paraba el autobús de línea, Autores, paró uno de los muchos vehículos que lo hacían. Bajó un señor que pidió tomar algo. Me es imposible recordar si llevaba un camión o un turismo. Empezamos a hablar y, en un momento de la conversación le indiqué que yo estaba estudiando o que había estudiado en la Universidad Laboral de Córdoba. Para aquél señor aquello fue un gran descubrimiento y, sin más me dijo que sus hijos también habían estudiado o estaban estudiando en la Universidad Laboral de Córdoba. Me dio un dato: sus hijos eran gemelos y, también me dijo sus apellidos, claro. Estoy seguro que aquél día no dudé en decirle que yo había sido compañero de sus hijos, que los conocía perfectamente, que habíamos estado juntos en algún colegio y, únicamente para confirmar mis palabras, le dije que un año, por algún problema de alergia, les habían salido unos granos en la cara. Él asintió y me dijo: Aquello les salió en la Universidad ya que se fueron de mi casa con la cara muy limpia. Después nos despedimos con la alegría mutua de haber podido recordar unos hechos que nos unían en la distancia".
Ahora vienen mis preguntas: Como no recuerdo claramente el apellido que me dijo, aunque el de Jarillo me suena mucho, ¿pudo ser vuestro padre la persona con la que hablé ese día del que no recuerdo ni el año? ¿Tuvisteis algún problema de alergia o de aceptación de algún alimento? Y lo que es más importante: ¿realizaba vuestro padre una actividad que le hubiera llevado a pasar por mi pueblo?
Como mis padres, los dos, ya se me han ido me atrevo a preguntaros si los vuestros viven. Sería bonito el que vuestro padre, si aun tenéis la dicha de tenerlo entre vosotros, recordara aquella charla en la cantina de Tejeda de Tiétar.
Espero tu respuesta Eugenio.
Un abrazo.
Esteban Paniagua Sánchez




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Estimado Paniagua:
Lo hemos hablado y estamos seguros de que tú eres ese Paniagua, espigado y despierto, que recordamos como compañero de estancia, y pudiera ser que de pupitre, de esos años, por qué no decirlo, luminosos y fértiles de la Laboral de Córdoba, además te recordamos así: como sin nombre, solo “Paniagua”, de haber hecho bromas con tu nombre y cabe el que hayamos coincidido, alguna vez, en actividades o en un aula. Esto se irá concretando a medida que avancemos en la búsqueda de recuerdos comunes, porque, querido Paniagua, a buen seguro los tenemos, solo es que la vida, en su avance, compartimenta y lamina tu existencia generando un pasado que se superpone a otro pasado más pasado, como una losa que se superpone a otra para hacer una pared, por eso ahora esos años están abajo y habría que subirlos arriba y entre todos podríamos hacerlo.
Nuestros recuerdos… La maleta de cartón con su interior ordenado de ropa limpia y nueva, mudas y pañuelos con un número para la lavandería, bordado con primor y cariño por tu madre los meses antes de partir… Sus lágrimas al partir, el beso de orgullo de tu padre por haber conseguido una beca que te permitiría mejorar en tus futuro… tren especial que paraba frente a la Laboral, sin andén, la subida del repecho y ese como un salir de la trinchera y la visión de la Laboral, enorme, majestuosa y colosal,… Los largos pasillos, fantásticos de verdad con tantas cristalera, las aulas, los talleres, … los domingos, los campos de deportes, aquellas competiciones y los partidos de balonmano donde destacaba esos amigos, los llamabas así porque fueron los más cercanos a uno en los momentos en que se formaban las aulas, o porque eran de cerca de tu pueblo, como Leoncio “Lele” Millán , el portero, Mariano Revenga Arriaga con sus gafas de pasta negra, Carlos Toledo Iniesta, no sé si te acordarás de ellos.
Hay otra cosa emocionante y especial para nosotros, y es ese más que posible encuentro con nuestro querido padre, desgraciadamente fallecido el año 2.006 a la edad de 78 años, le faltaron 15 días para cumplir los 79. Se llamaba Longino Jarillo Talavante aunque era más conocido como Teodoro, nombre de la partida de bautismo, que como Longino que era su nombre del registro, bueno, cosas de entonces.

nuestro padre Longino Jarillo Talavante

Te contaremos porqué es muy posible tu encuentro con nuestro padre, él, como nosotros, era natural de La Calzada de Oropesa, que es el último pueblo de la provincia de Toledo por la N-5 y linda con Cáceres, relativamente cerca de Navalmoral de la Mata. Su profesión era la de capataz de cultivo y su trabajo consistía en visitar agricultores de una amplia zona de Toledo y Cáceres para proponerles cultivar productos, inicialmente algodón y posteriomente soja, que su empresa se encargaría después de recogerles en unas condiciones pactadas en un contrato; por eso visitaba pueblos, se reunía con agricultores, muchas veces en sus campos, otras en sus casas o en bares y tabernas, para negociar con ellos los contratos, las semillas y recolección de lo sembrado. Esto lo ha hecho para la Empresa que trabaja, inicialmente la Algodonera de Castilla sede en Talavera de la Reina y después con C.E.P.A.N.S.A, empresa cordobesa que absorbió a la anterior y tenía una Delegación en Plasencia de la que pasó a depender nuestro padre.
Además se da la circunstancia de que en el Losar de la Vera vivía una hermana, de leche pero se querían como de sangre, y la visitaba siempre que podía en sus desplazamientos a la Delegación de Plasencia.

Nuestro padre empezó utilizando un Citroen 2CV de aquellos de entonces, después un Dyane 6, un Simca 1000 y finalmente un Renault 7, creemos que por la fecha de tu encuentro con él llevaría el 2 CV o el Dyane 6.
Lo que es seguro que nuestro padre pasó muchas veces por tu pueblo, fácilmente una vez pudisteis coincidir y como ambos erais joviales y abiertos, así te recordamos, pudisteis hablar y al hacerlo de la Laboral él te hablaría de nosotros; de verdad, querido Paniagua, creemos que conociste a nuestro padre; no obstante Eugenio tratará de enviarte alguna foto suya de entonces, para ver si te ayuda a recordarlo.
Efectivamente los granos existieron, resultó ser acné juvenil, cosas de la edad, solamente que en nuestro caso fue bastante acusado, eran otros tiempos y no se trató adecuadamente, aún quedan secuelas en nosotros de pequeñas marcas en el rostro.
Un abrazo, siempre Paniagua, al ver tu foto de entonces nos parece verte correr por esos pasillos de luz eternos, de nuestra Laboral del alma... si, la tuya y la nuestra, que coincidieron en el tiempo... que tiempo aquel, tan cargado de futuro y de tiempo.
Eugenio y Ángel Jarillo García.
Leganés. Abril 2.011


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Estimados hermanos Jarillo, Ángel y Eugenio: ¡Realmente la vida es increible! Un montón de años despues, (no me atrevo a decir cuantos), recuerdo una conversación que tuve en la cantina de mi pueblo, con una persona que me habló de sus hijos gemelos en la Universidad Laboral de Córdoba y hoy puedo, de nuevo, hablar con aquellos hijos de los que aquella persona se sentía tan orgulloso. ¿No es emocionante?
Para mí ha supuesto una alegría inmensa aunque, desde que vi vuestra nota inicial en la página, algo me decía que vosotros, aparte de ser compañeros míos, erais los hijos de aquel señor que un día pasó por mi pueblo y decidió parar a tomar algo en la cantina. Por eso os envié la primera nota y, con vuestras respuestas, mi satisfación ha sido total. ¡Hablé con vuestro padre!
También estoy seguro que vuestro padre habló con mis tios ya que, tenía dos, que llevaban varias hectareas en dos pueblos de colonización en la vega del rio Tiétar.
Gracias hermanos.



Con vuestra autorización voy a mandar a Juan Antonio Olmo nuestros correos para que los ponga en mi blog. Creo que todo esto puede gustar a los compañeros que entran en la página. Al final de lo que se trata, al volver la vista atrás, no es volver a pisar o volver a vivir, sino dar vida a nuestros recuerdos y compartir, con nostalgía, aquellos años que para muchos fueron inolvidables.
La maleta atada con cuerdas, por supuesto de cartón, se mantiene viva en mis recuerdos. Como bien dices: todo estaba "maternalmente" planchado y colocado.
Un abrazo hermanos.
Espero que Juan Antonio Olmo coloque estos mensajes en el blog y, en él, continuemos nuestras charlas.
Tenerife, 24 de abril de 2011

jueves, 31 de marzo de 2011

Los libros en la UNI


Los primeros libros que leí en la UNI

El niño que llego a la Laboral, con trece años, ya ha dejado escrito en este blog, algunas de las cosas que no sabía ni que existían y las muchas que no sabía hacer. Era un niño de pueblo. Y entre tantas cosas que no había hecho estaba la lectura de libros. Es verdad, recuerdo con claridad, como el maestro, D. Miguel (q.e.p.d.), nos hacía leer “El Quijote” alternando cada día un compañero. Pero no recuerdo haber leído otros libros que no fueran los que utilizábamos para estudiar.


Otra cosa eran las lecturas fuera de la escuela. No sabría explicar cómo pero, siempre aparecía algún amigo con las aventuras de “El Capitán Trueno”, “El Jabato” o “Roberto Alcázar y Pedrín”. Era increíble ver como los “devorábamos”. Y, sin la más mínima objeción por parte de ninguno de los dueños, se pasaban por todas las manos de los amigos y vecinos. Estos eran los únicos libros que recuerdo de aquellos años y, con ese bagaje cultural llegué a la Laboral.


Bueno, no quiero dejar aparcado en mi memoria, las lecturas que realizaba de las novelas del oeste. El hecho de que mis tíos tuvieran un kiosco en Plasencia, en el barrio del Rosal de Ayala y, entre todos los productos y servicios que vendían, estaba el alquiler de novelas del oeste, hizo que yo me animara y empezara a leerlas. Leerlas y devorarlas ya que su lectura era para mí muy fácil y rápida. “Conocí” a Marcial Lafuente Estefanía, Silver kein y muchos más autores del género. Y como a mi hermano mayor también le gustaban, nunca faltaban en casa.

El “problema” surgió muchos años después cuando conocí a un músico catalán, que tocaba de maravilla el órgano, en Tenerife, con el que trabe una excelente amistad hasta que nos dejo, apenas hace un año y, hablando de las vueltas de la vida, me dijo que él era uno de los escritores de novelas del oeste. La verdad es que conocer cómo se “cocinaban” aquellas novelas, hizo que lamentara el haberlas leído. Y entendí que todas tuvieran el mismo argumento. Lo positivo es que así ganaba él algún dinero que le pagaba la editorial, mientras estudiaba. En Córdoba estaba el “vampiro”. (No sé a qué viene ahora, pero me he acordado de él).



La lectura “casi” obligada de “La vida sale al encuentro”


Yo creo que muy pocos estudiantes se han quedado sin entonar algunas notas de la canción “Fonseca”, en la que se “empeñan los libros en el Monte de Piedad”. Siempre he tenido claro que esta canción se refiere a la Universidad más que a la Laboral, pero eso nunca fue un impedimento para cantarla, especialmente en los viajes a casa. Pero los libros que quiero recordar hoy no son los que cargábamos durante todo el curso, hasta que realizábamos el examen final, sino los que optativamente elegíamos para leerlos.

Y aquellos libros estaban un poco, (o mucho), seleccionados por los padres dominicos que nos “cuidaban”. Sea como fuera, no olvidé nunca la lectura de los libros: “La vida sale al encuentro”, “Una chabola en Bilbao” o “Cierto olor a podrido”, del cura José Luís Martín Vigil. Como tantas cosas que nos dejaban huella en aquellos años, estos libros también consiguieron ese efecto en mí y, lo más importante, me ganaron para la lectura de libros. Bueno por lo menos para comprarlos ya que aunque me propuse que todo libro que comprara lo tenía que leer, antes de comprar otro, la verdad es que no le he cumplido y, aún hoy, sigo comprándolos para leerlos cuando me jubile. También recuerdo que leí algo de Santo Tomás de Aquino y Aristóteles, sin olvidar la lectura, en aquellos años, del que sería un best seller mundial: “El Padrino” de Mario Puzo.


Pero como siempre me digo a mi mismo, el objetivo de este blog es contar los recuerdos en la UNI o de la UNI. Y sería muy enriquecedor si los compañeros que se dignan leerme, se decidieran a plasmar por escrito los libros que recuerdan de aquellos años y lo que les supuso su lectura. No todo va a ser hablar del vampiro y del barrio de Cercadillas, ¿no?


Al final todo forma parte de nuestras vidas.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Las cartas, el vampiro y el bar Copacabana

El niño que como tú, Antonio Bravo Céliz, también recibió la Primera Comunión con calzonas, tiene, o mejor tengo, muy vivos los recuerdos de las cartas que recibía en la Laboral. La vida me había llevado a un hospital de Plasencia casi un año y, aunque la separación de mis padres y hermanos era real, la distancia hasta el pueblo, no más de 23 kilómetros, facilitaba que la visita de mi Madre no faltara una vez, como mínimo, a la semana. El resto de días siempre estaba allí una de mis tías que vivía en Plasencia y los vecinos que, por motivos de compras o de médicos, iban a la ciudad.

Digo todo esto para resaltar que las primeras cartas que recibí de mi Padre fueron en la UNI. No recuerdo si era antes o después de comer, aunque me inclino por esto último, cuando un compañero, recibiendo las cartas del dominico encargado, se subía a los primeros peldaños de la escalera que llevaba a los dormitorios, en el hall y, empezaba a decir nombres en voz alta. Ante cada nombre una voz indicaba, con la mano en alto: ¡aquí! Y la carta pasaba de mano en mano hasta el destinatario.

¿Qué puedo decir de lo que sentía cuando escuchaba mi nombre? Una felicidad inmensa. Recogía la carta y, como la mayoría de los compañeros, buscaba un lugar donde poder leerla con tranquilidad. Las cartas escritas por mi Padre, con la pluma y la tinta china, no decían nada especial, pero para mí eran palabras que me llenaban de alegría. Su comienzo: “Querido hijo: Todos bien gracias a Dios”, no lo olvidaré nunca. Y el contenido era casi igual en todas: me hablaba de la familia, de los vecinos, fallecimientos si se había producido alguno y, sobre todo, del tiempo. Al final siempre le dejaba la pluma a mi Madre para que también firmara.


Años más tarde tuve la suerte de conocer a una chica en la Laboral, un 8 de diciembre no recuerdo de que año. Había llegado una excursión desde Granada, en varios autobuses y, cosas de la vida, me encontré paseando con una de las chicas por los jardines de la UNI. Se llamaba Pilar y, después de aquel día, mantuvimos una relación muy prolija en cartas. Eran cartas de seis, ocho o más cuartillas en las que dejábamos escritos nuestros sueños e ilusiones. Nuestra relación no pasó de ahí pero creo que aquellas cartas me marcaron para el resto de mis días. Tengo la suerte de estar en contacto con ella, desde hará unos 10 años, tras un periodo largo de ausencia de noticias mutuas.


El “vampiro” de Córdoba

Como niño de pueblo, estimado José María Camacho Rojo, no sabía muchas cosas de las que sucedían en la gran ciudad que para mí era Córdoba. La ignorancia pueblerina, sana, creo que nos marcaba. Y por eso, un día que teníamos fiesta en la UNI, nos fuimos a Córdoba un grupo de compañeros. Paseamos por la Cruz Conde, Las Tendillas y recorrimos las calles de los mesones, cuando uno de los compañeros dijo: ¡Vamos al vampiro! Bueno, dije yo. Pues vamos al vampiro.

No recuerdo los compañeros y, si los recordara no los iba a nombrar, por razones que creo que entenderéis. Nos metimos por las calles de Córdoba y llegamos al laboratorio. Los que ya eran clientes pasaron a la sala de espera y a los nuevos nos hicieron un análisis para saber nuestro grupo sanguíneo. Por cuestiones ajenas a mí, mi grupo sanguíneo salió A+ y, desgraciadamente, ese grupo no era “comercial”. No me admitieron mi sangre y, me quedé con las ganas de venderla, a pesar de que la pagaban muy bien. Ese fue mi primer y único contacto con el “vampiro”.


El barrio de Cercadillas

Yo creo que a los que éramos de pueblos pequeños, fue la ciudad de Córdoba la que nos “enseño” muchas de las cosas de la vida. Y una de las cosas que nos enseño, aparte del “vampiro”, fue el barrio de Cercadillas. Se encontraba cerca de la estación del tren y, en sus bares y casas estaban las rameras de Córdoba. Recuerdo que uno de los bares se llamaba “Copacabana”. Hasta allí llegamos una tarde, me imagino que de domingo, a “mirar”. A mirar porque a la falta de dinero se unía el temor de contagiarnos con la sífilis, blenorragia o el chancro blanco, que el médico nos había explicado en una charla sobre sexualidad.



Recuerdo que rechazamos hasta el beber por aquellos vasos por temor a coger alguna enfermedad. Y, por el contrario, las mujeres se divertían vacilándose de nosotros, intentando tocar nuestras partes para ver si se nos ponía “dura”, tras enseñarnos sus pechos o muslos.

En definitiva, estimados Antonio y José María, todo esto no son más que recuerdos de un niño que en la Universidad Laboral de Córdoba aprendió, aparte de todas las materias de estudio obligatorias, también todas aquellas que eran “voluntarias” y “optativas”.

lunes, 14 de marzo de 2011

Las comidas en la UNI

El primer año de estancia en la UNI recuerdo que nos tocó hacer muchas colas. Para recoger la ropa, los libros, hacernos fotos y, todos los días, para ir al comedor. Yo creo que era la cola en la que formábamos más contentos. Y a mí me impresionó aquella sala tan grande, con las mesas metálicas para seis. Al entrar nos situábamos al lado de la mesa y, después de rezar o después que el dominico encargado diera la orden, nos sentábamos. Y a esperar que los compañeros encargados, con sus chaquetillas blancas, nos sirvieran la comida.

No sería honrado, conmigo mismo, si hoy dijera que las comidas de la UNI no eran buenas. Eran mucho más de lo que teníamos en nuestra casa. Pero había días, eso sí, que los platos elegidos, por quien fuera, no eran de mi agrado. El desayuno era café con leche y pan con mantequilla. Y en la comida los macarrones, las judías, los garbanzos, las papas con carne o las lentejas, recuerdo que me gustaban y también los segundos, especialmente los bistec empanados, como si fueran hamburguesas. Para la cena lo que más me gustaba eran los huevos fritos con papas fritas.


Pero hubo un año que la calidad de la comida empeoró, o así lo consideraron los mayores de los colegios San Álvaro y San Alberto y, propusieron hacer huelga de comedor un día. No recuerdo ni el año, ni el colegio en el que yo estaba, aunque creo que sería el Gran Capitán, con el Padre Zabalza de director. Si recuerdo que, en el “sermón” de la noche, en el hall, antes de subir a los dormitorios, se lamentaba en voz alta de que no le hubiésemos avisado, el día anterior y así no haber tirado a la basura tanta comida.


Las chocolatinas envueltas en papel rojo.


Creo recordar que nos las daban con la merienda todas las tardes. A mí me gustaba guardarlas, tanto las mías como las que me daban los compañeros a los que no les gustaban y, en las ocasiones que me tocaba repartirlas, también las que sobraban. Las ponía en la maleta, que estaba vacía de ropa, para llevármelas a casa en las vacaciones. Al final del trimestre juntaba un buen número de ellas que, con alegría, se las mostraba a mi madre y hermanos más pequeños, al abrir la maleta en casa, para que ellos se las comieran. No hace muchas fechas uno de mis hermanos me lo recordaba.



También recuerdo los días que nos tocaba taller, como sonaba la sirena para comernos el bocadillo a media mañana. Era un bocadillo que alternaba todo tipo de embutidos, muchos de los cuales yo ni conocía. En mi casa no habían llegado todavía el “chope” y la mortadela o el salchichón, en pocas ocasiones. Por eso me alegraba cuando ponían chorizo. Recuerdo que a muchos compañeros les pasaba lo mismo y tiraban los embutidos comiéndose solo el pan.


Los paquetes que llegaban de casa, lo mejor.


Yo creo que las madres de todos sabían, sin que nadie se lo dijera, que las comidas de la UNI no eran del total agrado para sus hijos y, con todo el cariño del mundo y también con un poquino de sacrificio, nos enviaban los paquetes con los productos que ellas sabían que nos gustaban. ¡Cómo se agradecían aquellos paquetes de cajas de zapatos envueltos en telas de saco! Y, ¡con que alegría se compartían con los amigos!


Y un penúltimo apunte: Un recuerdo especial para los cubiertos y platos. Los platos de “duralex” que decían que no se rompían al caerse, aunque algunos si se rompían. Y los cubiertos, todos ellos con el logotipo de la Laboral incrustado. Especialmente recuerdo a los cuchillos, con enorme mango. Y los vasos de aluminio siguen en mi memoria.




Esos cubiertos fueron los mejores que llegaron a mi casa, (yo también me lleve un juego), junto con los de la compañía Iberia, que llegaron algunos años más tarde. En resumen que recordar aquellas comidas, en aquellos comedores es, para mí, un motivo de añoranza que, con alegría comparto con todos los compañeros.